martes, 29 de marzo de 2011

Cualidades para ser periodista de investigación

Según Daniel Santoro un periodista de investigación debe poseer “una curiosidad permanente”, debe tener “alma de detective”, debe “sospechar de las versiones oficiales”, debe ser discreto y poseer una “enorme capacidad glúteo-cerebral para sentarse en una silla y leer enormes expedientes de los cuales saca tal vez un solo dato”. Además de indagar y buscar permanentemente y “estar preparado para enfrentar riesgos profesionales, judiciales y hasta físicos”.
Yo no sé cuántas de estas cualidades poseo. En realidad, si me apuran un poco, creo que ninguna. O, pensándolo bien, tal vez haya dentro de mí alguna de ellas. Lo que sí sé es en lo que creo, en lo que pienso y en lo que sostengo como bandera de vida. Y eso que me moviliza se asemeja bastante a algo que le escuché decir a un gran referente de periodismo de investigación, como lo es Carlos Del Frade. Él dijo una vez: “La felicidad está resumida en la letra del Himno cuando dice que hay que ver en el trono de la vida cotidiana la noble igualdad. Mientras no tengamos eso, va a ser muy difícil ser felices. Para tener eso, hay que ser protagonista, no espectador, y sacarse de encima la idea de la distancia, la objetividad, el cinismo. Hay que meterse”.
La última frase me parece clave. “Hay que meterse”. Eso sí es algo que considero que poseo y, además, que utilizo como herramienta de vida, como herramienta cotidiana de trabajo. Me meto. A veces sin medir las consecuencias, otras consciente de lo que hago. Pero siempre metido en el medio, como molestando.
Esa es para mí una cualidad que no le debe faltar a un periodista: la de molestar. Porque si molesta, jode, y si jode es porque está modificando algo, está descubriendo algo que alguien quiere que permanezca oculto. Y está bueno cuando el periodista molesta a las minorías, a los ladrones de guante blanco, a los poderosos de turno y de siempre. A los que intentan manipular a las mayorías. Pero en esa mayoría siempre hay un grupo que molesta. Ahí me veo yo: formando parte de los que joden a las minorías.
Quizás en el afán de joder permanentemente salgan a relucir algunas -o todas- de las cualidades que habla Santoro. Pero no siento poseerlas. O, al menos, no las cuento como herramientas que tenga a disposición a la hora de sostener lo que pienso. Seguramente, si es que se me escapan y salen a la luz, son fruto de impulsos, de reacciones que no suelo controlar. Pero si sirven a la hora de molestar, al momento de modificar algo, de descubrir lo que algunos quieren que permanezca oculto, bienvenidas sean.
El periodismo que molesta tiene en sus manos la posibilidad de que veamos “en el trono de la vida cotidiana la noble igualdad”. Puede hacer que las mayorías sean felices y las minorías desdichadas. Ahí quiero estar yo, a eso quiero pertenecer: al periodismo que se mete, y que jode.